En los últimos días, azuzados por la
mediocridad en la que ha degenerado el periodismo criollo convertido en armas
de destrucción de honorabilidad y en cajas de resonancia de chismes de
peluquería y cocina, la campaña electoral a la presidencia de la república ha
llegado al nivel más bajo permitido, carente desde todo punto de vista de la
altura y preparación que demanda el cargo en disputa. Enfrentamientos en los
que ideologías, opiniones y propuestas brillan por su ausencia, opacadas por
los señalamientos personales y hasta familiares producto de averiguaciones
malsanas, se convirtieron sin darnos cuenta en los pilares que soportan nuestro
debate electoral.
Triste y dolorosa campaña la que vivimos,
caracterizada por la ausencia de estadistas e ideologías políticas claras; polarizaciones
irreconciliables entre guerra y paz, alimentadas por la codicia electoral; alianzas
entre caudillos carentes de coherencia política que carcomen permanentemente
los partidos políticos, componente fundamental de una democracia; falta de
propuestas reales que propendan por la seducción de un electorado más
preocupado por el desenlace de la telenovela de turno que por los destinos del
país; y el rescate del baúl del olvido de expresidentes inservibles que en su
momento nada hicieron y que ahora fungen como energúmen@s oradores; serán los
únicos resultados de una campaña mediática y mediocre, herencia nefasta de esta
politiquera generación miope, excitada por la ambición de poder y deslumbrada
por la lamboneria de los más renombrados “periodistas”.
Esta situación, que abona cada vez más nuestro
tránsito hacia la desinstitucionalización generalizada y una anarquía galopante,
acontece ante la aquiescencia irresponsable de los medios de comunicación,
manipuladores y parcializados, obnubilados por el amarillismo propio de las
desfachateces que suministran permanentemente las jefaturas de prensa de las
campañas que les patrocina y que se prostituyen al mejor postor para colmar su insaciable
apetito de reconocimiento y lucro.
Flaco favor el que le hacen a la democracia y a
la historia del país la prensa escrita y los noticieros de radio y televisión, al
mutar su función de informadores a la de chismosos y especuladores (y en muchos
casos extorsionistas), tomando partido hacia las candidaturas que más les
favorezcan y desdibujando aquellas que de forma responsable presentan
propuestas estructurales y no quieren caer en el bochornoso espectáculo
matutino de las diatribas personales.
¡¡¡Ni santistas ni uribistas…queremos
periodistas¡¡¡
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